¿Otra vez Minsk? La sombra del engaño sobre Putin


Escribe Iscander Santana
Zürich | Suiza
— La cumbre entre Vladímir Putin y Donald Trump, celebrada el pasado viernes en Alaska, ha reactivado las alarmas en Europa del Este. A pesar de los gestos conciliadores, el encuentro terminó sin acuerdo y con una propuesta inquietante: reconocer los territorios ocupados por Rusia en Ucrania bajo el pretexto de un «intercambio territorial». El paralelismo con los acuerdos de Minsk surge de inmediato.
Desde entonces, Moscú ha intensificado su ofensiva en Donetsk, Zaporiyia y Járkov, mientras refuerza sus vínculos con China e India en busca de respaldo internacional. La estrategia rusa apunta a consolidar sus conquistas antes de cualquier negociación formal.
Europa intenta contener el daño
En paralelo, la Casa Blanca acogió este lunes un encuentro entre Volodímir Zelenski y líderes europeos junto a representantes de la OTAN. Emmanuel Macron, Keir Starmer, Friedrich Merz y Ursula von der Leyen se sentaron en Washington para definir una respuesta común a las exigencias rusas.
Europa insiste en que cualquier acuerdo debe incluir garantías de seguridad para Ucrania, la participación directa de Kiev y un marco legal vinculante. Sin embargo, la postura ambigua de Washington y la ausencia de compromisos firmes dejan a los aliados en una posición frágil y vulnerable.
El fantasma de la duplicidad occidental
El relato no estaría completo sin recordar el precedente. En 2022, Angela Merkel confesó que los acuerdos de Minsk no buscaban resolver el conflicto, sino ganar tiempo. «Fue un intento de darle tiempo a Ucrania», admitió la ex canciller alemana, reconociendo que Kiev aprovechó ese período para fortalecerse militarmente.
Aquella estrategia, útil en el corto plazo, derivó en una guerra prolongada y en una diplomacia incapaz de ofrecer soluciones duraderas. Putin expresó entonces su decepción por las revelaciones de Merkel, mientras Moscú denunciaba la “duplicidad occidental”.
El eterno dilema ucraniano
La historia no se repite, pero rima. Y en esta rima, Ucrania vuelve a estar sola en una mesa donde otros deciden su destino. La reunión de Alaska y las posteriores consultas en Washington evidencian un patrón inquietante: grandes potencias negociando sobre territorio ucraniano sin que Kiev tenga garantías reales sobre su futuro.
El riesgo es evidente. Si los acuerdos de Minsk fueron, en esencia, una tregua disfrazada que benefició tanto a Rusia como a Europa occidental, ¿qué asegura que las negociaciones actuales no repitan el mismo guion?
La respuesta, como siempre en la geopolítica del siglo XXI, dependerá de cuánto esté dispuesto Occidente a sacrificar en nombre de los principios que durante décadas proclamó como irrenunciables.
Iscander Santana.
Analista independiente radicado en Zúrich, Suiza.
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